Mi madrina Marujita

Los recuerdos más vivos que tengo de mi madrina Marujita, María Aurelia Guimaraens de Mazzilli, son de mi infancia. Después, la vida nos separó geográficamente durante décadas, y la vi muy poco. Pero siempre mantuvimos contacto mediante cariñosos recados que iban y venían a través de los canales familiares. No había e-mail, no había redes sociales: eran mensajes verbales, pero que tenían el don de no borrarse del corazón.

Cuando yo era chico, vivíamos cerca, a pocas cuadras, y eso era común en la pequeña Mercedes, una ciudad uruguaya a orillas del Río Negro, en la cual, exagerando un poco, pero no mucho, casi todos éramos vecinos.

Marujita iba de visita a mi casa con mucha frecuencia, a conversar con mi mamá Alba Acquistapace, su cuñada y amiga.

Siempre llena de vitalidad, de buen humor y de notable sentido de observación, sus visitas eran como un viento fresco que entraba en nuestro hogar. Esas visitas eran rápidas y sorpresivas. En el interior del Uruguay, en ese entonces, las puertas de entrada quedaban sin llave durante el día. Cuando de repente se sentía un viento fresco, era la madrina Marujita que estaba llegando.

Con cierta frecuencia ella venía en su camioneta grande con sus tres hijos, Pilar, Daniel y Oscar. Entonces, mi hermana Eleonora, mis tres primos y yo salíamos a pasear por la ciudad, por la rambla, por la isla del Puerto y por los alrededores campestres. Esos paseos eran maravillosos, especialmente en la primavera y en el otoño, porque la naturaleza y, especialmente, las copas de los árboles, quedaban esplendorosos.

Pero lo mejor era cuando llegaban las vacaciones escolares y la madrina invitaba a su ahijado a pasar unos días en La Loma, una estancia de la familia de su marido, Hugo Mazzilli, con una agradabilísima y amplia casona desde la cual se veían los valles muy verdes con ganado pastando. Mi tío Hugo trabajaba mucho. Salía a caballo de madrugada, y venía al mediodía para el almuerzo. Recuerdo algunos días de lluvia, cuando él llegaba montando un caballo enorme y brioso, protegido con un poncho grueso, a prueba de lluvias y vientos. Los hermanos del tío Hugo, Alcides, Gelio y Carlos eran también trabajadores incansables.

Pude ir también a algunas yerras, una especie de fiesta anual que era muy común en el campo uruguayo, en la cual se aprovechaba a juntar el ganado, a bañarlo, a marcarlo, a vacunarlo y, en el caso de las ovejas, a esquilarlas. Siempre había muchos convidados, entre ellos mi, abuelo paterno Juan Florentino Guimaraens, el papá de Marujita, que era muy amigo de don Santos Mazzilli, el suegro de Marujita. Don Santos era un patriarca de la familia, un señor fuerte y alto como un roble, que con su presencia inspiraba respeto, siempre vestido de gaucho. Era un monumento. Yo lo miraba y admiraba de lejos, con su facón con empuñadura de plata cruzado en la cintura, y no me animaba a acercarme, a pesar de que él era una persona muy afable.

Mi madrina era una excelente anfitriona y sabía agradar a todos los huéspedes con su conversación animada, con su buen humor y con sus delicias culinarias. En esa tarea colaboraban sus tres simpáticas cuñadas. Ellas también me mimaban bastante, y yo nunca reclamé.

Pocos años después, la vida me llevó muy lejos, por distantes caminos geográficos, y pasé décadas sin ver a mi madrina. La última vez que estuve con ella fue poco después del fallecimiento de mi papá César Guimaraens Bonifacio, en abril de 2010.

El viernes 30 de abril de ese año, fuimos con mi hermana Eleonora a la pequeña ciudad de Dolores, a orillas del Río San Salvador, a llevar los restos de mi padre al panteón de su familia. Antes de retornar a Montevideo, pasamos a visitar a la madrina en Mercedes. Fue una sorpresa para ella, y una alegría para nosotros. También estaban allá el tio Hugo y el primo Oscar.

Varias décadas habían transcurrido. La madrina Marujita ya no tenía la vitalidad de otrora, pero conservaba intacto su sentido psicológico de observación, su conversación amena y su deseo de agradar a los visitantes. Su memoria estaba perfecta. Se mostró orgullosa de sus hijos, nietos y bisnietos. Yo me acordaba que ella siempre tuvo una gran devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa. Entonces, le dejé de regalo una medallita con una cadena. Se la puso inmediatamente al cuello, pensativa y con mucha unción.

El 14 de noviembre de 2014 ella cumplió 87 años. Fue su último cumpleaños en esta tierra. Según me contó su hijo Daniel, estaban presentes sus hijos, sus nietos y sus bisnietos. Marujita estaba, como era de esperar, muy agradada y contenta. Sin que nadie pudiera preverlo, ese cumpleaños fue al mismo tiempo una despedida. María Aurelia Guimaraens de Mazzilli falleció casi un mes después, el 11 de diciembre de 2014. Recibió los últimos sacramentos de manos del obispo de Mercedes. Que en paz descanses, madrina Marujita.

(14-12-2014)

 

Gonzalo G. Acquistapace, nascido em Mercedes, é tradutor e ghost-writer, residente em São Paulo. E-mail: tradutor24horas@uol.com.br

 

 

Minha madrinha muito doente - Mi madrina muy enferma

Minha madrinha de batismo, María Aurelia Guimaraens (Marujita), de 87 años, está passando por uma grave crise respiratória (pulmões). Na aflição de que poder fazer para ajudá-la, lembrei que ela tem uma grande devoção a Nossa Senhora da Medalha Miraculosa. Entrei na webpage do santuário, em Paris, e inclui uma mensagem por suas intenções. A todos os que puderem lhes peço uma oração pela saúde física e espiritual de minha madrinha.

(11-12-2014)

 

Mi madrina muy enferma - Minha madrinha muito doente.

Mi madrina de bautismo, María Aurelia Guimaraens (Marujita), de 87 años, está pasando por una grave crisis respiratoria (pulmones). En la aflicción de qué poder hacer para ayudarla, me acordé que ella tiene una gran devoción a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Entré en el sitio web del santuario, en Paris, e incluí un mensaje por sus intenciones. A todos los que puedan, les pido una oración por la salud física y espiritual de mi madrina.

(11-12-2014)

 

Gonzalo G. Acquistapace, nascido em Mercedes, é tradutor e ghost-writer, residente em São Paulo. E-mail: tradutor24horas@uol.com.br